martes, 28 de febrero de 2012

INTERCULTURALIDAD EN EDUCACIÓN SUPERIOR

Para los docentes, estudiantes y trabajadores que laboramos en educación superior el punto de partida, en una propuesta de afirmación de la identidad e interculturalidad multilingüe, es la articulación de nuestro compromiso y sueño personal con el proyecto institucional y  la utopía de país. Por eso, es necesario plantearnos las siguientes preguntas: ¿Quién soy? ¿Cuál es mi proyecto de vida? ¿Cuáles son mis inspiraciones y mis sueños? ¿Cuál es nuestro proyecto institucional? ¿Qué características debe tener? ¿Cuál es nuestro proyecto de país? ¿De qué manera mi proyecto personal guarda relación y armonía con el proyecto institucional y el de Perú?
Las respuestas a estas cuestiones entrañan diversas implicancias, una de ellas es desarrollar una firme voluntad transformadora de uno mismo, del colectivo institucional del que formamos parte y de la realidad. ¿Cuál será la dirección de estos procesos de cambio? Es decir, ¿para qué los realizamos? Para el desarrollo pleno e integral del ser humano en las condiciones y contexto de cambio de la sociedad en que vivimos y para la construcción de una sociedad diferente, justa, solidaria y democrática. Hombre y mujer concebidos como resultado de múltiples procesos históricos, económicos, sociales y culturales. De esta manera, la formación profesional del ser humano es el centro de nuestra preocupación en educación superior.

Con el riesgo de ser esquemático, se presentan como opciones por lo menos dos grandes modelos de sociedad y, al interior de ellas, modelos específicos de  diversa naturaleza:
Modelos de sociedad dictatoriales: a) neoliberal como el de Fujimori y b) dictadura “democrático popular”.
Modelos de sociedades democráticas:
a) democracia formal orientada por las reglas del mercado y que no escapa a las políticas neoliberales y b) democracia para el desarrollo humano.

Mi opción es la de hacer realidad un país realmente democrático, libre de ataduras, que promueva el desarrollo humano y un proyecto histórico de todas las sangres. Desde nuestro punto de vista, el proyecto institucional y nuestro compromiso personal deberían seguir el cauce de este río y de esta aspiración.
La crisis de la educación superior, así como del sistema educativo exige transformaciones estructurales. Ella requiere la reorientación de sus fines y objetivos, así como de sus contenidos y métodos. En la búsqueda de la pertinencia de esta reorientación se tiene que afrontar dos grandes retos: primero, los desafíos de la revolución científica y tecnológica y segundo, realizar un proyecto educativo estrechamente articulado a las urgentes necesidades de transformación social y cultural del país. Lo primero está articulado y depende de lo segundo. El proyecto educativo y  el de país definen cómo y para qué se aplicarán los aportes más avanzados -los conocimientos, los nuevos códigos y lenguajes- de la ciencia y de la tecnología.

Para aproximarse a un proyecto educativo realmente transformador,  las instituciones de educación superior deben asumir el derecho a la cultura y  a la identidad e interculturalidad multilingüe como ejes articuladores de los procesos pedagógicos. De esta manera se sustituye la concepción de una sola cultura -la occidental- y el uso de una sola lengua -el español- por el reconocimiento pluricultural y multilingüe del país, a partir de cuyas peculiaridades locales y regionales, se levantan las propuestas educativas. Ello significa  optar por el principio de buscar la equidad en todas las relaciones -económicas, sociales, políticas y normativas-, en las condiciones sociales asimétricas dadas, a partir de la construcción del diálogo intercultural, es asumir el cambio  educativo desde las raíces culturales y las necesidades de transformación y desarrollo de nuestros pueblos.

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